El mercado de esta ciudad zapoteca está en silencio. Como una gigantesca mole de piedra adormilada, con sus entrañas y vericuetos solitarios. El griterío de sus mujeres envueltas en huipiles coloridos y con chongo del cabello adornado de tulipanes rojos y amarillos desapareció. La soledad se realza bajo el cielo nublado, frente a las casetas cerradas y ante los impenetrables comercios con la cortina de acero al pie del piso.
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